Quito, 24 de junio del 2013
Ecuador es un Estado constitucional de derechos y justicia, social democrático, soberano, independiente, unitario, intercultural, plurinacional y laico, siendo parte de sus fines primordiales, garantizar, sin discriminación alguna, el efectivo goce de los derechos establecidos en la Constitución y los instrumentos internacionales, así como fortalecer la unidad nacional en la diversidad, proteger el patrimonio natural y cultural del país y garantizar a sus habitantes, el derecho a una cultura de paz, seguridad integral y a vivir en una sociedad democrática.
Estos derechos forman parte de la herencia histórica de hombres y mujeres, entre los cuales debemos destacar ancestros africanos, afrodescendientes y afroecuatorianos, como Antón, Juan Salinas, Alonso de Illescas, los Ontoneros, la mulata Martina, Pío Quinto Nazareno, Domingo Trejos, Federico Lastra, Nicolás Castro, Julio Sixto Mena, Enrique Torres o Carlos Otoya, así como otras figuras, quienes son referentes, en el presente y el futuro, de heroísmo, rebeldía, resistencia y emancipación contra la esclavitud, la desigualdad social, el colonialismo y la exclusión.
Por esta rezón, el Estado tiene la responsabilidad histórica de hacer efectivo el goce, con igualdad formal, material y sin discriminación, de todos los derechos fundamentales, especialmente los económicos, sociales y culturales, la conservación de los territorios y la inserción estratégica del pueblo afroecuatoriano en el desarrollo, desde el enfoque del buen vivir.
Igualmente trascendente, es la modificación de patrones culturales que de manera injustificada sitúa al pueblo afroecuatoriano como una cultura inferior, amenazante, conflictiva y violenta, con el fin de perpetuar las relaciones de poder hegemónicas, siendo necesario transformar esos desatinados juicios en creencias positivas, que visibilicen una ciudadanía organizada, trabajadora, solidaria, alegre, diversa, rebelde, cuya tradición, historia, normas, costumbres y saberes ancestrales, enriquecen la condición intercultural y plurinacional de nuestro país, y enorgullecen a la Patria Grande Latinoamericana.
Consecuentemente, la Defensoría del Pueblo, en su calidad de institución nacional de derechos humanos, asume con convicción su rol de promoción y protección de los derechos fundamentales del pueblo afroecuatoriano, así como también del pueblo indígena y mestizo especialmente con respecto a manifestaciones públicas de discriminación material o simbólica, con el fin de evitar el refuerzo de estereotipos y prácticas, contrarias a los derechos y garantías expresados en la Constitución de la República.
En esa línea, es pertinente mencionar que el monumento situado en el Parque Central del cantón La Concordia, provincia de Santo Domingo de los Tsáchilas, colocado por el Gobierno Autónomo Descentralizado de dicho cantón, contiene una expresión iconográfica que reproduce estereotipos de superioridad étnica, racial y generacional que ha provocado una discriminación histórica en el país que debemos enfrentar como sociedad.
Expresar que la ciudad de La Concordia “necesitaba una imagen que representara el deseo común de sus habitantes”, la “imagen arquetípica” de una mujer joven “que simboliza la transformación” y que el color nácar de esta joven, significa la “vida”, refuerzan creencias negativas en contra de las mujeres afroecuatorianas, mestizas, indígenas y adultas mayores, quienes están siendo representadas como “caos, corrientes y contracorrientes”, así como la muerte como oposición a la “VIDA” que se entiende como una prerrogativa exclusiva de la mujer occidental, nácar, joven y superior a las demás.
Por lo tanto, la Defensoría del Pueblo, en el marco de sus competencias constitucionales, solicita al Gobierno Municipal del cantón La Concordia, se sirva arbitrar las medidas que sean necesarias, para remediar y reparar la afectación del derecho a la igualdad formal, material y simbólica del pueblo y la mujer afroecuatoriana, así como indígena y mestiza, expresado en el monumento del Parque Central y honrar el postulado Constitucional que nos demanda construir una convivencia ciudadana, en diversidad y armonía con la naturaleza para alcanzar el buen vivir, el sumak kawsay, enarbolando una sociedad que respeta en todas sus dimensiones, la dignidad de las personas y las colectividades.
Atentamente,
Ramiro Rivadeneira Silva